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Las ventosas de toda la vida…

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Yo es que me admiro de lo fácil que es proponer algo terapéutico. Es tremendamente sencillo atribuir efectos mecánicos a acciones mecánicas. Infalible para “validar” teóricamente lo que uno quiera. Absolutamente lo que uno quiera… de manera acrítica, claro.

Una vez más, los JJOO, el mayor escaparate mundial de terapias con el único rigor de “lo llevan los mejores deportistas de élite”, ponen en boca de todos lo último en terapias, esta vez la terapia con ventosas,  en realidad, nada nuevo.

En verdad, poca importancia tendría si fuese algo nuevo, puesto que eso no le atribuye ningún valor especial (argumento ad novitatem), como tampoco lo tiene el hecho de que en realidad tenga más años que el Sol (argumento ad antiquitatem) o que lo utilicen deportistas de élite (un primo hermano del argumento ad crumenam, podríamos decir), pero en ese atribulado esfuerzo de “occidentalizar” las cosas arguyendo acciones fisiológicas a terapias con razonamientos mito-mágicos, legitimamos también las ventosas.

Decía antes que cuan fácil es postular algo como terapéutico:

– ¿Por qué tanto escándalo con las ventosas? No es más que una acción hiperhemiante como muchas otras técnicas…

Así de simple. Con esa frase acabamos de aceptar por bueno cualquier cosa que genere hiperhemia, por ejemplo, un bofetón, una colleja, un capón o rascarse. ¿No debería cumplir algún requisito más? ¿o por lo menos postularse con un mecanismo de acción basado en la neurofisiología, que es como actualmente contemplamos todo lo que hacemos en terapia manual?

Dejemos, por un momento, a un lado el origen de las ventosas y el uso tradicional del folclore tradicional de algunas culturas, donde consideraban la sangre como problema y solución de todos los males. Dejemos a un lado las comparaciones que podríamos literalmente hacer con las sangrías y terapias de sanguijuelas decimonónicas que mataban a más personas de las que salvaban. Omitamos el razonamiento basado en el Qi y energías extrañas que lleva parejo en MTCh y que sigue utilizándose actualmente. Hagamos de tripas corazón por digerir una vez más eso de la occidentalización de las terapias alternativas y no caigamos en el ataque fácil de las posibles complicaciones por heridas, infecciones, queloides, paniculitis, eccemas, abscesos, anemias, hemorragias y hasta la disección de una arteria vertebral registrados en la literatura.

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Y centrémonos en la defensa que hacen los fisioterapeutas para el rescate de las técnicas orientales tradicionales diciendo aquello de “mantengamos lo que sirva y desechemos la superchería”. Porque de entrada esto puede parecer una idea interesante y justa, si no fuera porque el criterio de “lo que sirve” es el “lo que a mi me parece” y la justificación del mecanismo de acción sigue sin sostenerse. Cambiarlo todo para no cambiar absolutamente nada. Tan solo el lenguaje.

En la literatura encontramos propuestas de mecanismos de acción como ajustes del flujo sanguíneo de la piel, cambios bioquímicos en las propiedades de la piel, ajustes del serum de sustancia P que aumenta el umbral del dolor a la presión en algunas áreas o restauración del equilibrio simpático-vagal con las ventosas escarificadas por mencionar solo las aplicaciones en dolor musculo-esquelético, las que se defienden desde sectores fisioterápicos.

En el fisio de a pie encontramos justificaciones basadas en el tejido. La succión no deja de ser un agente físico, y por tanto competencia del fisio. “Despegamos” tejidos profundos… no muy diferente a lo que hace la pinza rodada… “Remodelamos”, “liberamos” el tejido fascial… Rompemos también, no pasa nada, es el principio de técnicas super modernas y vigentes como el masaje transverso profundo. ¿Capilares rotos?, ¡fenómeno!… iniciamos el proceso natural de curación del cuerpo… Es la fisioterapia de toda la vida ¿no? Deshacemos nudos, puntos gatillo… moldeamos el cuerpo como si fuese arcilla a nuestro antojo…

Con esta visión de la fisioterapia tan vieja y rancia que cambia energías por fascias creyéndose la repera, ignorando al sistema nervioso como responsable de los cambios clínicos observables para señalar con el dedo y decir “mi técnica no es peor que la tuya, y si no… demuéstramelo”, es francamente difícil acordar.

No importa que el grueso de la fisioterapia mundial haya abandonado esa visión mecanicista tisular. No importa que cada vez haya más datos que desmonten las relaciones causales estructurales. Ni la información que apunta a que esos supuestos cambios tisulares, en el caso de la fascia, siquiera sean posibles (pego un fragmento traducido de este enlace donde pueden leerse las referencias)

“Las fuerzas aplicadas durante el tratamiento manual no son suficientes para provocar cambios duraderos en el tejido conectivo humano, y las supuestas adherencias que influyen tanto negativamente en el movimiento articular no pueden liberarse , como muchos terapeutas afirman”.

No importa tampoco cuan ridículo se vea, pretender justificar una técnica que hace chupetones sin más. Simplemente eso tiene que ser fisioterapia y terapéutico porque tiene una acción mecánica y viene muy bien para cualquier dolencia músculo-esquelética de las que tratan los fisios…

A partir de aquí, apúntate a cursos, cómprate sets de ventosas o directamente gástate una millonada en máquinas que hacen el vacío por ti y convierten al paciente en fuente de alimentación de energía para robots super malos como en la peli de Matrix.

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Aun así, y pese a lo anteriormente expuesto, voy a permitirme un pequeño alegato de opinión personal, sobre el uso de las ventosas. Conozco las ventosas. Las he usado. Y creo que un masaje con ventosas puede ser áltamente reflexógeno. Para ayudar a calmar algún dolor lumbar, el deslizamiento de las ventosas puedo verlo como un tipo de masaje, de algún modo. Dejarlas fijas y esperar que los chupetones hagan algo, ya no… El origen y la aplicación sobre puntos de acupuntura no está justificada. Dejar el moratón por aquello de que con los colorines del KT nos fue bien… como que tampoco. La ventosa húmeda o escarificada que hace cortes en la piel con una hoja de bisturí o con el martillo de siete puntas para extraer el xué… o sea, la sangre, no se sostiene ni para reducir una equimosis, algo meramente estético que el cuerpo reabsorbe a su debido tiempo, y que además son las que más complicaciones dan. El mantra “mejora de la circulación para optimizar el metabolismo” son palabras huecas. Un slogan más propio de “Saber vivir”. Hablar de adherencias, restricciones del tejido y liberaciones tan alegremente, cuando ni siquiera hemos sido capaces de demostrar tener la capacidad de adivinar el lado que le duele al paciente por palpación de tensión muscular, es un poco atrevido.

Véase el estudio de Maigne y cols. (2012) donde al elegir entre izquierda y derecha de partida tendríamos una probabilidad de acertar por puro azar del 50% y solo fuimos capaces de acertar un 64,8% en dolor lumbar y un 58,5% en dolor cervical. Para que luego sigamos riéndonos del estudio de Emily Rosa (1998) sobre el reiki, porque solo adivinaran los terapeutas  la mano que tendía la niña de 11 años un 44% de las veces.

El diagnóstico por palpación no es fiable. Lo dicen las revisiones de la literatura (Seffinger 2004). No es cierto que hagamos lo que decimos que hacemos utilizando ese lenguaje. ¿Qué me quieres decir, Rubén? ¿Qué dejemos de tratar los tejidos? En absoluto, creo que hay mucho que hacer ahí. Sigamos utilizando el masaje, con ventosas o sin ellas, pero teniendo en cuenta que cualquier reacción viene mediada por una respuesta del sistema nervioso no por la restauración mecánica de piezas de lego. “The tissue is not the issue” aunque sigamos tratándolo. Porque aunque parezca meramente una cuestión semántica las propuestas terapéuticas serán distintas con los distintos enfoques.

Phelps lleva 3 oros Olímpicos y disputará otros 3. Ninguna de esas medallas tiene absolutamente nada que ver con ningún efecto mecánico de succión alrededor de su hombro. Responsabilidad profesional  es también dar la información adecuada y estrictamente cierta, que luego confundimos defender nuestros intereses con potenciar lícitamente las expectativas del paciente para optimizar el resultado terapéutico.

 


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